Los hombres aplastados son aquellos seres que perdieron su apuesta con la vida. Esos hombres que se ven en los parques, sentados sin mirar a ninguna parte, existen sin saber què existen, son los hombres aplastados por la vida, aplastados por el sistema econòmico; vencidos por el raudo aparato productivo del èxito y la prosperidad; aplastados por la infernal aplanadora de la tecnologìa y su adictiva compulsiòn de estar a la moda por presiòn de la masa, la publicidad anestesiante y lavadora de cerebros dèbiles; hombres y mujeres que no lograron integrarse al circuito de los ganadores ni pudieron ser registrados en la cadena productiva de los èxitosos, intentando sobresalir en la maraña de comptencia, producciòn y consumismo que marca el sendero de millones de seres en el mundo.
Hombres aplastados se encuentran por las calles caminando sin rumbo definido. Dan vueltas en cìrculo sobre los mismos sitios que ya anduvieron, dejando en ellos impresiones profundas, quizàs el olvido en que pronto se convertiràn. Estos seres tienen una aura apagada. Son seres sombrìos. Cuando se les mira a los ojos, se les nota las miradas apagadas. Sus ojos no tienen brillo. Proyectan una tristeza infinita en sus rostros, gestos y actitudes. Por regla general la edad de estas personas es imprecisa. Usan ropas de colores apagados, de tono grisàceo. Son seres intemporales. No parecen pertenecer a ninguna època. La moda nunca los tocò porque son inmunes a su tiempo. Son los hombres y mujeres invisibles que tiene cada ciudad del mundo.
Un hombre aplastado lo es porque no quiere luchar para lograr nada màs que lo bàsico para subsistir. Porque tampoco su capacidad, su intelecto y talento le da para surgir. Un hombre o mujer aplastado tambièn lo es porque su esencia misma, el brillo de su ser es tan tenue y apagado que jamàs podrà brillar en el firmamento del èxito y oportunidades de la tierra. Muchos de los hombres y mujeres aplastados tampoco surgiràn en nada importante asì lo intenten. Ellos estàn marcados para ser hombres aplastados. No les interesa la polìtica, ni la cultura, ni el deporte. No les interesa en particular nada. Sòlo quieren existir, vivir. Adaptados como tìteres mansos al engranaje monstruoso del Establecimiento con sus tentàculos infernales de la publicidad en una sociedad compulsiva por consumir, producir y "ser felices" en la molicie de los objetos y comodidades modernas. Tampoco el hombre aplastado tuvo la capacidad de integrarse al mundo de los negocios, el arte u otra actividad sobresaliente. Al considerarse un hombre no apto para actividad alguna, èste tipo de individuos se vuelve alcohòlico, drogadicto o cae en ambos estados. Nacen, viven, producen, consumen y mueren en un un tipo de marginamiento social que a los poderosos del Sistema Econòmico y el Establecimiento les conviene mantener.
Los hombres aplastados son un grupo social marginal. Cuando hay guerras devastadoras, de gran intensidad bèlica, mueren por millones. Quedan en el registro inmoral de la historia como duras y sangrientas tragedias humanas y punto. Pero en el fondo ni a los historiadores, ni a los polìticos, ni al Establecimiento, ni a nadie en particular le importa que hayan muerto miles o millones, da lo mismo; son simples hombres aplastados. Son sòlo nùmeros en las estadìsticas. Siempre seguiràn reproducièndose por millones en todas las èpocas y generaciones. Siempre seràn reemplazados por otros millones de hombres aplastados. Sòlo sirven e interesan para que la producciòn, la plusvalìa maligna del capitalismo no se detenga y los trust no dejen de enriquecerse cada vez màs. Y ejecuten los oficios màs bajos y oscuros de la sociedad industrializada. Son los peleles de la socorrida y mil veces alabada democracìa, estùpidamente idolatrada por los medios de comunicaciòn del mundo.
El hombre aplastado se convierte en el hombre marioneta que utilizan para la guerra como carnada y para la polìtica como idiota ùtil y descerebrado. Es usado por los polìticos inescrupulosos que idiotizan aùn màs y manipulan a estos individuos a su antojo. Son el mayor caudal de votaciòn para que subsista la farsa de la democracia porque no obstante la escasa capacidad intelectual de estos seres para decidir con criterio propio e independiente, su voto en las votaciones sì es vàlido y legal politicamente. En el fondo, los partidos polìticos deciden el destino de las naciones con la ayuda de estos idiotas ùtiles, hombres aplastados. Los hombres aplastados tienen derecho a elegir y eso lo saben muy bien los mañosos y corruptos polìticos de turno. Los hombres aplastados no brillan en nada ni aportan nada a ninguna actividad. Son individuos que cumplen actividades simples, humildes oficios, trabajos sencillos para los que no se necesita conocimiento alguno, excepto sentido comùn. Quizàs saber escribir y leer pero no un conocimiento especializado. Ellos jamàs tuvieron la oportunidad ni se preocuparon por saber lo que querìan en sus vidas.
El medio en que nacieron y se desarrollaron, tampoco les dio oportunidad de alcanzar una vida brillante y destacada. Nacieron aplastados y aplastados moriràn en un perverso juego del destino, escabroso azar de vidas condenadas al fracaso. Son seres invisibles para la sociedad porque son apenas un nùmero, una frìa y seca estadìstica en el censo electoral y de poblaciòn. Algunos logran jubilarse como obreros, dependientes de oficios varios o funcionarios pùblicos de ìnfima categorìa. Son como sombras que se arrastran por las calles y andenes de las ciudades sin mayor propòsito que existir porque nacieron para ocupar un espacio. Sòlo ocupan un espacio fìsico porque la dimensiòn espìritual de sus almas, ya està muerta.
Los hombres aplastados estàn en todas partes. Son individuos que estàn en el mundo por aquellas circunstancias del destino y el proceso evolutivo de la especie que no selecciona las especies en un proceso de perfecciòn sino con una forma aleatoria de la biologìa sin establecer quien serà triunfador, hombre pensante; individuo brillante, ciudadano analìtico e inteligente no manipulable por el Establecimiento, polìticos y multinacionales con sus perversos sistemas de propaganda, alienaciòn, embrutecimiento y adoctrinamiento colectivo, en comuniòn con la Escuela, la Religiòn y las Fuerzas Armadas del Establecimiento. El hombre aplastado es el perdedor oscuro de la sociedad moderna, su papel aunque insignificante, sostiene en muchos aspectos, el maquiavèlico orden de las instituciones pùblicas y privadas del mundo.
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