29 de septiembre de 2013

ALGUNA VEZ TODOS TUVIMOS UN SUEÑO

Alguna vez cuando éramos niños,   los adultos no habían  corrompido  nuestra inocencia y la sociedad no había destruido la magia innata de soñar que tenemos cuando  fuimos niños, sonábamos con llegar a las estrellas, al sol,  más allá de las galaxias, para recorrer en una nave maravillosa, gigantesca y poderosa todo el universo, visitar innumerables  planetas, conocer  los habitantes de  esos mundos.   Soñamos con hacernos amigos de  los niños del universo, intercambiar nuestros juguetes terráqueos con los de ellos.  Saborear  los dulces, golosinas y helados más extraños pero deliciosos de aquellos planetas.  Tan distantes pero tan cerca de nosotros por nuestra prodigiosa imaginaciòn de  lograr viajar en segundos, con el poder de nuestros sueños.  Alguna vez todos tuvimos un sueño, quizás en la niñez, en la adolescencia, en la edad adulta pero tuvimos un sueño.... muchos sueños se cumplieron, otros  en parte. O jamás ninguno pudo cumplirse....     

Si no tuvièramos la posibilidad de soñar  con la capacidad racional que disponemos, seriamos tan estúpidos como las vacas;   tristes como las mulas, elementales como los cerdos, anodinos como las gallinas, con la diferencia que los anteriores son irracionales.   Sólo obedecen a un instinto primario. Pero los  humanos además de racionalizar los actos y la realidad, tenemos el privilegio maravilloso, cuasi mágico de soñar, soñar y soñar.  Aquellos irracionales están satisfechos, mansos en su no conciencia de  vida y  existencia. Si aún disponiendo de una poderosa capacidad racional,  carga moral y ética,  con conciencia de nuestros actos, pero con todo ello, no  tuvièramos la facultad de  soñar,  nuestra  realidad sería  más triste y  desolada  de lo que es. ¿Si con la posibilidad de soñar e idear mundos maravillosos, mejores que los  dados por la realidad,  la  existencia es turbia y  ominosa, cómo sería si no tuvièramos la facultad de soñar dormidos y despiertos?  Soñamos despiertos y dormidos con lo que  algún día  obtendremos, con esfuerzo o por azar del destino. Los sueños son como un placebo que apacigua la rudeza   de la vida.  Sueños que se  transforman en realidades, algunas veces con mayor o menor esfuerzo,  lucha  tenaz;  feroz batalla contra todo y contra  todos. En ocasiones, los sueños son  pequeñas batallas que emprendemos en el transcurso de la existencia, en  el  gran teatro,  sueño-batalla de la vida.

Los sueños nos acompañan desde la más tierna infancia, son  còmplices de los juegos de la vida. Cuando creamos un sueño ideal en la antesala secreta de las utopías, ese mundo  ìntimo llamado  universo  de los sueños, conspira para convertirnos en legítimos herederos de la fortuna. Aunque la vida de muchos hombres se  extingue  en la  espera,  fallida   realizaciòn de  sueños  nunca cumplidos.  Los sueños son  alimento intangible de la razón,  acicate del subconsciente y de un mundo dimensional,  que va más allá de la tercera dimensión, donde se desarrolla nuestra vida.  Dentro de ese  triàngulo  se cocinan los sueños del hombre para que su existencia sea menos cruda y miserable. Concebir el complejo mundo del  hombre sin  sueños, sería anticiparnos a una catástrofe de dimensiones colosales.

Aùn así,  hay vidas  acongojadas,  hundidas en un abismo de  oscuridad que  esas existencias padecen con estoicismo singular.   Nacen,  subsisten y mueren sin soñar. Su vida se reduce a satisfacer las necesidades más  elementales.    De ahí hacia adelante,  no existe ningùn escapismo que dulciifique sus marchitas realidades.  Estas vidas no  marcan un rumbo de posibilidades  diferentes a las referidas.   No existe  un deseo de anticipaciòn  a la realidad  que es  el objetivo de los sueños trazados por el hombre. Pobres y aplastadas criaturas que nacen, subsisten en lo elemental, y mueren sin haber soñado en algo superior  a  sufragar las necesidades más primarias.

Del mundo onírico satisfacemos con los sueños la pesada carga de la realidad.   Sacudimos en ese breve intermedio  que oscila entre la vida y la muerte llamado  sueño,  las melancolìas, las  penas y desventuradas historias no contadas de cada hombre. Dormir es aproximarnos a las fronteras abstractas de la muerte pero extasiados en los sueños que tenemos, muchas veces despertamos sobresaltados porque ya no fue un sueño de desahogo lo que vivimos sino la màs espantosa pesadilla, de la que  salimos  con  horror y miedo.  Descargamos las culpas y los remordimientos del inconsciente en el universo onìrico cuando dormimos.  En el  dèdalo  de los  sueños, logramos   desahogarnos con impunidad  de las  màs recònditas aberraciones, miedos y odios. En nuestros sueños  tenemos licencia para  matar, violar, robar, hacer todo el daño posible;  convertirnos en monstruos que  la realidad de nuestro yo superior no nos permitirìa.   Ademàs de  la  barrera  de la moral, los  valores eticos, la educaciòn, amortiguadores culturales   de la civilizaciòn.   Dèbil muralla que nos separa de la barbarie total. En el mundo onìrico, a traves de los sueños, descargamos de nuestro yo profundo,  dolor,  angustia,  ira;  traumas y  frustraciones de seres humanos, sometidos por la cultura, la religiòn y los convencionalismos sosciales. Si no soñàramos cuando dormimos, el mundo hace tiempo no existirìa como civilizaciòn porque el hombre ya lo habrìa incendiado por los cuatro costados.

Del otro lado està el universo de lo sueños  creados  en estado  consciente, forjados bajo la luz de la imaginaciòn e integrados a la hipèrbole de las quimeras, de ahì, convertirlos  en realidad,  hacerlos parte de nuestros anhelos màs profundos, es  leitmotiv que irriga  razones  de vida  a  los hombres. Crear sueños y transformarlos en realidades  concretas,  es tambièn  quid   del hombre sobre la tierra.  Los  sueños conscientes que se tienen en la vigilia, son extensiones de la imaginaciòn que convierte esos sueños en ideas,   proyectos, grandes, pequeñas empresas de la vida.  La vida  es como una moneda que gira y gira en  el  denso  vacìo del destino.  Girando en el azar de   fugaz felicidad,  luto de  tragedia.  Por ello, la vida es una moneda de dos caras: en una faz estàn  los maravillosos sueños del hombre y en la otra, estàn  las màs abominables pesadillas  germinadas  sobre la tierra. Interesante es   saber cuando caerà esa moneda en nuestras manos y con cuàl de las dos fases seremos ganadores o perdedores.    Con las faz de los sueños, habremos ganado pero con la faz de las pesadillas, nuestra suerte estarà echada.  Y  ya no habrà vuelta atràs.


¿Es posible que exista un mundo tan fantàstico, tan fascinante y màgico como el mundo de los sueños en la infancia? Ni aùn con la extraordinaria capacidad teconologica existente   de inventar,  crear y recrear   los màs inverosìmiles sueños;  tumultuosa fantasìa creada por la imaginaciòn del hombre adulto, apoyado por  sofisticados instrumentos tecnòlogicos, nunca la tecnologìa podrìa siquiera igualar el mundo infinito de los  sueños de un niño. Creo que el mundo no se ha desmoronado completamente,  hacièndose añicos,  quedando  el planeta hecho polvo de estrellas,  es  porque los sueños de los niños, con su inocencia,   bondad innata,  poder de creaciòn superior, han evitado el colapso  que tarde o  temprano, harà del planeta tierra una inmensa bola de fuego y destrucciòn.

Cuando alguna vez todos tuvimos un sueño, ese sueño extraordinario fue en  la niñez.  Cuando soñar era parte de la vida. La vida en la infancia  es como  un sueño fantàstico, que va en una burbuja de imaginaciòn y ensueño, donde se construyen sin cesar, hasta el infinito, las màs grandiosas aventuras, donde el  universo es  pequeño y conquistable  para la còsmica visiòn, imaginario perpetuo  que pueden crear a su antojo los niños sin mayor esfuerzo. Y lo hacen con alegrìa  y entusiamo,   sabia  simplicidad de la grandeza.
Alguna vez  dejaremos de soñar porque la vejez, la enfermedad  y las  miserias de la existencia nos  habràn aplastado.   La primera muerte en la  vida de un  hombre, es cuando deja de soñar para convertirse en un ser adusto que no sonrie;  deja de ser niño para convertirse en un  ser productivo y consumidor de mentiras y pesadillas.   Màquina racional de normas, leyes, prohibiciones y responsabilidades,  apego al dinero y a los bienes.   El demonio de la codicia lo pudre y vive como un autòmata,  sin soñar ni mirar jamàs a las estrellas porque matò el niño que alguna vez llevò en su interior.
Siempre, siempre debemos recordar para apaciguar nuestra conciencia herida,  alma en tinieblas;  lenta idiotizaciòn moderna que nos està convirtiendo en hombres seriados,  que alguna vez tuvimos un sueño sobre la tierra, quizàs se cumplio, quizàs no, pero tuvimos un sueño.........




28 de septiembre de 2013

CUANDO LLUEVE EN LA CIUDAD

                                               

La lluvia tiene el raro pero refrescante ingrediente que actúa como  remedio aleatorio de la naturaleza para   cambiar las circunstancias atadas a un orden lineal  y monótono de la existencia. Cuando llueve sobre una ciudad gris y congestionada, invadida de smog, saturada de caos y ruido;  miedo  de los otros a ser atacado o violentado en su burbuja de angustia existencial;  terror a ser atracado, apuñaleado; quizás asesinado.   Prisa por llegar a alguna parte, tal vez  no llegar jamás a  destino alguno. La lluvia es el swich salvador que logra en pocos instantes, detener aquella marcha infernal que significa andar por las calles de una ciudad tumultuosa,   invadida de personas y autos por doquier, de vendedores  callejeros quienes con  minitiendas, microcomercios en carretillas y carritos de madera de tracciòn humana,  bloquean el paso por andenes,  avenidas, esquinas,  parques, accesos a edificios y calles de una ciudad.  

 Las gentes se dispersan aturdidas, con la certeza de huir de algo ineludible  pero presente en su realidad más cercana. La lluvia  cae sin medida ni orden sobre las calles,  autos, edificios y personas, es un medidor de la fragilidad del hombre ante los fenómenos de la naturaleza. Es acaso la lluvia el más sabio y prodigioso mecanismo que tiene la naturaleza para detener por  muchos minutos,  a veces horas,  la frenética agitaciòn del hombre en ciudades  donde no hay respiro para  atenuar el tràfago de la existencia, para aquietar el espíritu y pensar por  segundos:
¿Quièn  soy y qué hago en este mundo, a esta hora,  en esta infernal ciudad  donde nadie me conoce. Soy una cifra, un anònimo rodeado de otros miles de anònimos. Què clase de hombre soy que me siento miserable y solitarios entre miles de seres humanos, obejetos, ruidos y mentiras?

 Los  seres humanos  están  aferrados a la compleja como discutible  comodidad de la vida moderna, son tan  débiles para resistir las inclemencias del medio.  Cuando cae una lluvia torrencial, sienten la aprehensión de lo desconocido porque no leen el verdadero significado de la lluvia. El hombre actual nacido y criado con los ropajes  de la modernidad,  hospitales  de primer nivel, servicios pùblicos òptimos,  comida fresca en los supermercados,  un comercio provisto con lo  necesario para satisfacer las necesides,  en sìntesis, todas las  necesidades  cubiertas,  es  un hombre desdentado, castrado para enfrentar las fuerzas brutales  y puras de la naturaleza. El hombre està convertido   un ser pusilànime, cobarde,   si tuviera que enfrentarla sin los medios tecnòlogicos que dispone, su  sobrevivencia serìa muy dificìl porque el ser humano moderno perdiò  el magnetismo natural, anulò su capacidad innata e instintiva para sobrevivir entre la naturaleza, destruyò su aura  natural para adaptarse a una posible naturaleza pura y salvaje.  El hombre es hoy por hoy  un ser  artificial, revestido de mediocridad y plasticidad, contaminado de bajas pasiones, infradotado para ser denominado un hombre  superior,  en su esencia pristina como son los demàs seres irracionales. La civilizaciòn con sus mùltiples artificios tecnologicos, falsas imposiciones modernas, falseò al hombre, hacièndolo un ser dèbil, sedentario;  extraviado, inequivoca tendencia a la  estupidizaciòn seriada,  impulsada por el famoso mundo globalizado.  

Quizà sòlo saldrìan invictos los seres màs aptos y fuertes de   la especie para que èsta no desapareciera. La  mayorìa  perecerìa  como moscas entre una naturaleza virgen e indòmita.  La modernidad castrò al hombre  para ser un guerrero como los antiguos, bendecidos por los dioses tutelares.  Los hombres de hoy,  de las modernas ciudades,  todo les ha sido dado en forma ràpida y fàcil, sin esfuerzo, gracias a   descubrimientos de la ciencia y  adelantos tecnològicos. No saben  de la naturaleza màs que la observada desde sus còmodos sofàs a travès  de la  de mentira televisiva y la ficciòn  del cine.  Huyen aterrados cuando ven una cucaracha, una araña, una rata o un insignificante bicho  de los  que aùn subsisten en  las grandes ciudades.  Y su primer gesto es aplastar el bicho, matarlo para eliminar  la  imagen asquerosa de esa naturaleza lejana y horrible que empaña el sosiego del  hombre civilizado y pulcro.

Cuando llueve  sobre  la ciudad, los hombres  corren aterrados, se sienten nerviosos, amenazados de mojarse, de ser tocados por  infinitas gotas de  agua  que caen   de manera pertinaz de la atmòsfera. En pocos minutos pierden el horizonte que tenìan  trazado para las pròximas horas. El mundo les cambia en segundos. Aplazan, cancelan las citas, diligencias pendientes. Esa compra o reuniòn ya no serà posible por  la lluvia. Si acaso cumplen con los compromisos, llegan tarde  y como los demàs tienen el mismo concepto de la lluvia,   aquèllos tampoco cumpliràn.  Dejaràn de asistir,  postergaràn ese insignificante,  tal vez  vital encuentro porque la lluvia  lo quiso asì.  "Diràn con desparpajo  que fue culpa de la lluvia."  Pocas veces en nuestro medio las  personas estàn por encima del fenòmeno de la lluvia para no eludir un compromiso en una tarde o mañana cualquiera.     Hay personas que no se amilanan ante la lluvia,  aùn en medio de un  diluvio,  llegan  hechas agua pero cumplen con precisiòn  sus obligaciones.      La mayorìa de  personas queda paralizada. La excusa màs propia y extendida en nuestro medio para no cumplir con una cita es argumentar  que  estaba lloviendo.
  
Lo que no puede  refutarse es ver el aspecto  casi màgico de la lluvia sobre una ciudad porque transforma  circunstancias normales para volverlas  hùmeda, fresca razòn  para serenarse,  hacer una pausa en el camino y mirar aunque sea por unos instantes,  el rostro del hombre, de  la  mujer que tenemos en frente nuestro.  La lluvia suaviza las asperezas de la  ciudad aunque saque a flote  aspectos miserables de  injusticia social y  desigualdad econòmica.   Cuando llueve,  el hambre se  siente con mayor rigor,  el deseo por una bebida que caliente el cuerpo es màs  apremiante.  La falta de una vivienda segura y tibia,  carencia de ropa y frazadas adecuadas, potencializan la perversa lìnea ecònomica  que divide una sociedad.     Pero aunque sea paradòjico decirlo, la lluvia aproxima un poco a las personas en el contexto de permitir una interaciòn màs humana,  quizàs generosa en la actitud de mirarla y escucharla con un  poco màs de atenciòn.  Pero tambièn la lluvia evidencia con inusitada dureza, las diferencias sociales y econòmicas extremas de una sociedad. Cuando llueve en forma inclemente sobre la ciudad,  los que sufren con mayor rigor son los descamisados, los desarrapados que no tienen còmo ni dònde resguardarse. La lluvia hace ver con mayor crudeza la  miseria de una ciudad. Asì mismo, cuando  llueve,  es  el  momento màs  propio para pensar en la vulnerabilidad  del hombre, en cuàntas debilidades lo acechan;  momento adecuado para descubrir  el acoso ficticio  y  real  que vive el hombre, inmerso en preocupaciones vanales, quizàs importantes  que lo apartan de las cosas sencillas y bellas de la vida.    Ver llover en la ciudad es tambièn  aproximarnos a una dimensiòn màs espìritual,  para mirar  en nuestro interior y darnos por enterados que somos sòlo unas atemorizadas criaturas que huimos de la lluvia como si fuera una amenaza y no una oportunidad de ver la vida desde otra perspectiva. Bienvenida sea siempre la lluvia sobre la ciudad.

27 de septiembre de 2013

PUTAS Y PUTICAS

                                                      PUTAS Y PUTICAS    

!Cuànto se ha escrito y continuarà escribièndose sobre el mundo de la putas¡ 
Siempre se diràn las mismas frases de cajòn, se volverà a hablar de su problemàtica social como trasfondo de un fenòmeno sociològico de siempre;  han hablado y escribiràn por siempre de la degradaciòn humana, de la utilizaciòn de la mujer como mero objeto sexual.  Asì mismo, se tocarà el aspecto moral y por supuesto de la dignidad de la mujer como ser humano y no vulgar  mercancia.  Se escribirà sobre el negocio del sexo que implica la prostituciòn  pero son  tantas las variables que  el  fenòmeno de la prostituciòn es una problemàtica  màs  del mundo pero  es tambièn un  negocio rentable,  quizàs un  mal necesario de la  sociedad de consumo para aplacar la lujuria y las necesidades sexuales del hombre.   Otra de las abominables fracturas  del capitalismo, degradaciòn  y negocio  del  implacable sistema econòmico,  que explota cualquier aspecto vulnerable del hombre  que pueda  generar  rèditos econòmicos. Porque de no existir la prostituciòn con todas sus implicaciones es  vàlido  preguntarse:
¿Què hubiera sido del mundo occidental sin putas en toda su historia y en la actualidad?

La prostituciòn como tema intelectual es  un asunto demasiado trajinado, tan trajinado como el cuerpo de las putas  mil veces utilizado  en el  ayuntamiento  carnal Pero como nunca, la prostituciòn, no obstante ser un tema aburrido,  monòtono, sin màs interès que para los especialistas o las autoridades que lo estudian, afrontan  y combaten.  Se ha convertido en una pandemia mundial. De negocio clandestino,  de caràcter local  en el paìs donde se ejerciera, repudiado por la moral burguesa y eclesiàstica pero aceptado en la pràctica con el velo de la  hipocresia social de todos los perìodos historicos, la prostituciòn, se transformò en una multinacional gigantesca del crimen internacional  en  manos de poderosas mafias que manejan la postituciòn como macabro pero rentable negocio con implicaciones mundiales,  sucio negocio donde se ejerce el rapto, el secuestro, la coerciòn;   el chantaje, la tortura;  la violaciòn,  drogadicciòn forzada, desapariciòn y  asesinato.

 Pero cuando no està manejado por aquèllas temibles mafias mundiales de proxenetismo esclavo, la prostituciòn aunque suene duro y quizàs inmoral desde la òptica de la moral burguesa cristiana, es  un trabajo como cualquier otro que implica un trato  comercial de sexo por una tarifa de dinero, intercambio de placer por una cantidad acordada. El  veto moral y social ya no es  impedimento para que una mujer que quiera ser puta, lo haga sin miramientos. Una mujer puede hacerse puta por necesidad y presiòn social del medio al no tener otras alternativas de subsistencia; puede hacerlo por voluntad propia, autodeterminaciòn, libre albedrìo, es decir porque le gusta ese mundo y quiere vender su cuerpo al mejor postor. Porque hay mujeres que nacieron para ser putas y les gusta serlo, ademàs  porque la naturaleza humana es compleja  y   descubren lo que desean hacer con sus vidas, ademàs saben que pueden ganar mucho dinero de esa manera, aunque pudieron ejercer otros oficios;   en un tercer lugar estàn las mujeres que son prostituidas mediante engaños, drogas y  mentiras, luego  de ser violadas, con amenazas,  intimadas a ejercer la prostituciòn, porque fueron secuestradas y  obligadas a ejercer el oficio. En este ùltimo rango, que rompe el molde de lo volitivo  y  de subsistencia bàsica,  para incurrir en un atroz y repugnante negocio de esclavismo sexual como el   detentado por  depravadas mafias de Asia, Europa y Amèrica. Este caso de esclavitud sexual, no deberìa denominarse prostituciòn en sì, porque la prostituciòn debe entenderse como un acto voluntario.   Deplorable  crimen que podrìa denominarse esclavismo  sexual para ejercer la  prostituciòn.

Pero un cuarto nìvel de prostituciòn  ha tomado fuerza inusitada en los paìses tercermundistas, la canallesca  prostituciòn infantil  creada por monstruos enfermos de codicia  para  hombres sin escrùpulos, pedòfilos, sàdicos y sadomasoquistas,  miles de pederastas de los paìses ricos que llegan como cazadores de trofeos de sexo tierno ,  presas  infantiles que saciaràn su lujuria, mundanas  expectativa de fuertes y  demenciales aberraciones  con niñas de diez u once años, y hasta menores de diez años. Este negocio de demonios  castradores de la infancia es manejado por poderosas redes mundiales de proxenetismo infantil, con lazos y conexiones logìsticas, vinculadas a sanguinarias mafias de Europa, Asia, Africa y Amèrica.  Verdadera calamidad humana de indole monstruosa que supera cualquier espectro lìmite.  Algo horripilante, contranatura  que sòlo señala el rumbo  oscuro, sin regreso que ha llevado al hombre a descomponerse  y transformarse como el màs abyecto, sanguinario y miserable depredador que ha existido en todos los  tiempos sobre el planeta tierra, no sòlo de los recursos vìtales de la naturaleza para la sobrevivencia de todas las especies, incluida la humana,  sino tambièn que depreda,  aniquila sin aspavientos èticos y morales, todos los valores de la dignidad y el respeto,  que lo condujeron a ser un ser civilizado, por encima de las demàs criaturas y especies de la tierra.  

 Ha ingresado al tùnel màs oscuro y lòbrego desde su apariciòn en la tierra. La prostituciòn forzada de niñas es otro demencial negocio que crece como  incendio infernal, alimentado por un  combustible altamente inflamable, cuàl es la lenta pero inexorable  extinciòn de la moral y  ètica humana;  insaciable y creciente codicia del hombre hacia el dinero y  bienes materiales.  La ruptura del hombre actual  con  las barreras èticas, y lìmites  morales,  le quitaron la màscara de bestia feroz,  dejàndolo tal cuàl es,  criatura asesina poseìda de lujuria,  proclive a los placeres y sensaciones màs insopechadas y escabrosas.


En un mundo convulsionado, globalizado en estrategias comerciales y estandarizado por marcas y estratificado por  etiquetas de calidad, soporte maquillado de la estètica y el  interès econòmico sobre otros valores, tambièn se ha establecido la  estratificaciòn en el mundo de las putas. Ahora hay putas  de alto estrato, de estrato medio y las puticas de clase baja. La prostituciòn se ha transformado en  un fabuloso negocio para las niñas bien de los estratos altos, fuente de cuantiosos ingresos para las arribistas y trepadoras sociales de clase media.  Rentable negocio manejado por astutos y ambiciosos intermediarios mediante pàginas web, redes digitales y virtuales de promociòn con insinuantes catálogos de las bellas e insinuantes  modelos, chicas universitarias y profesionales.  En el medio colombiano se les llama a las  universitarias,  a  las que  poseen  tìtulo universitario, modelos y actrices que ejercen la prostituciòn, mujeres prepago. Pero en  esta escala de putas prepago, tambièn hay  presentadoras de televisiòn,  diversas profesionales y un amplio pièlago de mujeres vinculadas a la fràndula y medios de comunicaciòn.  Ante la demanda y copiosos ingresos dejados por esa actividad, se han vinculado  incontables jovencitas  estudiantes de bachillerato, incluyendo menores de edad. Esta fauna femenina tiene una alta demanda entre  altos ejecutivos de multinacionales,  acaudalados inversionistas, pròsperos comerciantes e induatriales, y por supuesto el gremio de los traquetos, narcotraficantes y capos del crimen organizado.   Èstos  son  los que mejor pagan los servicios de èstas mujeres porque aunque algunas se resisten, en un principio y  no desean hacerlo, les ofrecen  altìsimas sumas de  dinero.  Se obsesionan de tal forma con alguna actriz, modelo o presentadora de televisiòn  que les   obsequian costosos  apartamentos, lujosos autos y joyas.   Al fìn èstas ceden, lo que las convierte en prostitutas simuladas. Algunas quedan enganchadas en ese mundo porque descubren la mina de dinero que pueden  explotar vendiendo sus cuerpos.

En en el calamitoso e infortunado ambiente de  pobreza y miseria del mundo,  el  lastre  que implica  ser pobre,  sin oprtunidadades; modelo milimètrico de exclusiòn social y econòmico de los circuitos del progreso y la riqueza,  edificado con la perversa metàfora de ricos y pobres, feos y bonitos, talentosos y brutos, tampoco las putas se escapan a esta estratificaciòn demonìaca. Hoy hay putas de alto nivel social   para los adinerados y nuevos ricos, porque sòlo ellos podrìan pagar sus altas tarifas;  putas de estrato medio para  profesionales, burocràtas, comerciantes y empresarios en ascenso social y econòmico. Y en la ùltima escala, estàn las tristes puticas de los barrios miserables, las desplazadas por la violencia del campo,  las niñas empujadas a la prostituciòn para no morirse de inaniciòn;  puticas escapadas de hogares de infierno, miseria,  maltrato, hambre y violaciòn sistemàtica por parte de padres,  hermanos y padrastros.

Putas de alto vuelo que intiman  con capos y poderosos hombres de negocios, obteniendo altas cantidades  por sus servicios y las que estàn en el estrato medio, que sueñan y luchan por llegar donde han llegado las putas de alto vuelo, las que sòlo se acuestan con hombres ricos.   Y las puticas callejeras de todas las edades que con su mìrada triste de desamparo y hambre, se ven en los atrios de las iglesias, en los sectores màs deprimidos de las ciudades, recorriendo  las calles en frìas noche de abandono y peligro, buscando con desespero un ocasional cliente, casi siempre un borracho impotente y agresivo.  Putas y puticas; las primeras cosechan  con su sexo, el ascenso social y la posible riqueza que no obtendrìan de otra forma, las otras; desamparadas puticas sin futuro que apenas intentan ganarse unos pesos para pagar el alquiler de un miserable cuarto de hotel de quinta categorìa,  sufragar un plato de comida  en un restaurante popular y el resto, sì acaso les queda, serà para dàrselo al  amante de turno o al rufiàn alcahuete de siempre,  otro tanto serà para comprar droga y alcohol y hacer menos dolorosa su desventura de haber nacido pobre  para volverse  puta.  





26 de septiembre de 2013

COLAPSO Y TRAGEDIA DEL CENTRO DE MEDELLIN.- Parte. I.-

                   

                                                                         


¿Han pasado tantos años para que varias generaciones quedaran borradas de lo que fue su epicentro de vida social, econòmica y cultural ? Debieron pasar muchos años de ausencia para darme cuenta de la destrucciòn arquitectònica , social y cultural de un ambiente que cobijò todo un universo de vida e interaciòn social  de varias generaciones de medellinenses.  ¿Pero cuàndo empezò ese horror de miseria y descomposiciòn social que hoy por hoy es el centro de una ciudad, en otra època, recatada; de personas amables y cultas, bien vestidas o al menos limpias y de una compostura intachable? 

La respuesta no es difìcil porque basta mirar los efectos de  la plaga del narcotràfico que desintegrò toda la estructura moral y social de Medellìn para obtener la respuesta Tantos años transcurrieron para que el centro de Medellìn se convirtiera en antesala del crimen y el caos,  hàbitat decadente de una subcultura de hambre, guetos de hombres desechables,  sectores estratègicos en manos de traficantes de droga que expenden las veinticuatro horas, todo tipo de drogas, desde las màs blandas hasta sofisticadas drogas de ùltima generaciòn.  Mendicidad azarosa y en espiral de crecimiento demencial; amplio lupanar de calles nauseabundas y ollas de vicio invadidas de puticas de diez, doce y trece años,  ademàs de la prostituciòn de muchachitos de edades similares a las de las adolescentes.  Chiquillos sodomizados dìa y noche,  por una tarifa de unos pesos, en sòrdidos hoteluchos con olor a carroña. Explotados por infames proxenetas de alcantarilla, muchas veces bajo la complacencia de padres sin alma.  Centro de Medellìn, de apuñalamientos sin tregua en riñas y constantes atracos, raponazos, estafas y hurtos,  calles santuario de carteristas, ladrones cosquilleros y bandidos de todas las pelambres; calles del centro de Medellìn con olor a sangre, desafìo a la muerte; atmòsfera densa con fragancia de grasa, expelida de decenas de ventorrillos de fritangas y todo tipo de comida popular, calles sucias y peligrosas con aire de olvido, transitadas por   hombres y mujeres tristes,  miserables, sin brillo en los ojos, tras un  horizonte vacìo, impregnados de miedo y desesperanza.


La calles del centro de Medellìn, sus edificios, locales comerciales, antros de mala muerte, casinos, bares de streap tease, salas de masaje, y diversas edificaciones son   mùltiple universo de un intrincado mundo subterràneo de crimen, oscuros negocios de todo tipo que tienen como base los delitos menores que poco a poco han ido  creando y sosteniendo una compleja como densa red de crìmenes y delitos de mayor alcance, lo que ha culminado en una sòlida estructura piramidal de crimen organizado, con un nefasto antecedente de creaciòn històrica con el Cartel  de Medellìn.  Hoy su desmonte como mafia local ya consolidada y con una tradiciòn arraigada en la ciudad , es una empresa casi  imposible porque su  arraigo y penetraciòn en los estamentos polìticos, sociales, el poder de corrupciòn en el aparato judicial y policial local,  es poderoso e imposible de extirpar, aspecto que la  ha convertido en una poderosa y letal mafia local estilo  napolitano.  Los distintos alcades de la ciudad, los jefes de policìa, los jueces y fiscales, los polìticos y las èlites de la ciudad, todos a una, negocian, cohonestan, aceptan y conviven con este complejo  càncer social. Es màs pràctico y provechoso para los nombrados cogobernar con una mafia local tan poderosa que combatirla o  intentar exterminarla.   Fenòmeno social ocurrido  en una ciudad,  hasta hace unas pocas dècadas de estirpe parroquial, sociedad santurrona, rezandera y sexualmente reprimida por  el fèrreo dominio clerical. 
 Las calles del centro de la ciudad son  punto de encuentro y desencuentro  de una tenaz lucha de subsistencia de miles de personas que viven de la ventas ambulantes; miles de deseperados que luchan de sol a sol para ganarse unos cuantos  pesos para medio subsistir. Lo que denominan "el rebusque". Calles por donde apenas se puede caminar, andenes y calles congestionadas de angustia, desempleados, bandidos y fracasados;  panorama de hambre y desesperaciòn,  donde se exhiben por doquier mercancias baratas de contrabando  ofertadas como si se implorara una limosna con  la consabida consigna:  -"Colabòreme patroncito que es pa``  la comida, vea que hoy no he vendido nada"

El centro de Medellìn es un desigual  caleidoscopio de descomposiciòn social,  los andenes,  estrechas calles y caòticas pertenecen a pequeñas y grandes mafias que se apropiaron de ellas para alquilarlas y feriarlas a cientos de hombres y mujeres que se malganan la vida vendiendo toda clase de objetos y chucherìas. Escasas son  las calles y andenes que no tienen dueño a quien se debe pagar un impuesto diario, semanal o mensual para acomodar toldillos, tendidos, carritos de tracciòn humana, carreteillas, parapetos de madera o cajas de cartòn donde instalan sus comercios de hambre y pobreza. Cada calle, esquina, andèn, resquicio, porche, parque o atrio de Iglesia de la ciudad està en manos de vendedores, y èstos a su vez son manejados por pequeñas mafias que se apropiaron de èstos espacios pùblicos para vigilar sus otros negocios sucios y devengar otras rentas por el derecho que deben pagar obligatoriamente los vendedores, so pena de ser desterrados, golpeados, torturados, robados y en casos peores, desaparecidos y asesinados.

El centro de Medellìn es una peligrosa àrea urbana, congestionada;  donde confluyen  todas las variables del delito; santuario de bandidos con oficinas de medianos y pequeños  capos del sicariato, la extorsiòn, la usura, el atracaco; inversionistas de todo tipo de negocios sucios donde las utilidades son tan elevadas como alto es el riesgo.
La imagen de aquel centro de Medellìn amable, de calles seguras, elegantes almacenes y gentes bien vestidas y decentes quedò en el olvido. Bares, cines y restaurantes respetables quedò sepultado  El centro de la ciudad quedò en manos de peligrosos hampones que se disputan a sangre y fuego las utlidades que renta la ilegalidad y el crimen. El resto, las sobras es para los indigentes, el lumpen vestido en harapos que se arrastra por el centro de la ciudad buscando una moneda para adquirir una dosis de alcohol ,marihuna, bazuco o pegante.

El aspecto màs desolador que he visto en ciudades ruinosas y decadentes,  lo he observado en el centro de Medellìn cuando empieza la noche y se intensifica con un elevado nivel de miedo y aprehensiòn cuando el reloj marca màs de las ocho de la noche. En las grandes y bellas ciudades del mundo, la noche abre un abanico de aventura, lujo, confort; la ciudad y la noche son sinònimo de alegrìa y  diversiòn. El centro de Medellìn es la antesala de la miseria, la oscuridad y la màs grande tristeza invade las calles y todo el entorno, cuando apenas son las nueve de la noche. La ciudad entra en  agonìa y soledad como pocas veces puede verse en lo que antes fue animado centro de vida nocturna.   Los alrededores del centro y su nùcleo son azarosos, producen depresiòn y ganas de salir corriendo ante la amenaza de fantasmas o seres monstruosos.  La ciudad asusta. Es  tètrico y miserable el espectàculos de ver a cientos de mendigos, desechables, drogadictos, bandidos de rostros patibularios, asesinos drogadictos, marginales sucios y hambreados; seres desastrados con un raro brillo de furia y decisiòn en los enrojecidos ojos, deambulando como hienas y lobos en busca de algo para  comer entre las basuras, mirando con ahinco las sucias calles, anhelando una mìsera moneda o un billete perdido, husmeando cerca  a cafeterias y expendios de comida, implorando algo de comer, esperando con  ansiedad  las sobras dejadas por los comensales. Acechando una potencial presa para atracar o dar un certero raponazo.  La calles quedan casi desiertas.  Todos huyen con espanto. Los empleados, oficinistas, empresarios, funcionarios pùblicos y comerciantes, saben  que la noche en el centro de Medellìn es de miedo porque asusta su desolaciòn, su aspecto miserable y decadente; las calles, los andenes, las pocas plazoletas y parques quedan en poder de hordas de menesterosos ylegiones de cuchilleros, de atracadores y delincuentes de diversa peligrosidad. La oscuridad llega y caminar por el centro de Medellìn puede convertirse en una interesante aventura para constatar la decadencia de una ciudad o la incierta tragedia de ser atracado y apuñaleado sin misericordia por robarte unos pesos.