Alguna vez cuando éramos niños, los adultos no habían corrompido nuestra inocencia y la sociedad no había destruido la magia innata de soñar que tenemos cuando fuimos niños, sonábamos con llegar a las estrellas, al sol, más allá de las galaxias, para recorrer en una nave maravillosa, gigantesca y poderosa todo el universo, visitar innumerables planetas, conocer los habitantes de esos mundos. Soñamos con hacernos amigos de los niños del universo, intercambiar nuestros juguetes terráqueos con los de ellos. Saborear los dulces, golosinas y helados más extraños pero deliciosos de aquellos planetas. Tan distantes pero tan cerca de nosotros por nuestra prodigiosa imaginaciòn de lograr viajar en segundos, con el poder de nuestros sueños. Alguna vez todos tuvimos un sueño, quizás en la niñez, en la adolescencia, en la edad adulta pero tuvimos un sueño.... muchos sueños se cumplieron, otros en parte. O jamás ninguno pudo cumplirse....
Si no tuvièramos la posibilidad de soñar con la capacidad racional que disponemos, seriamos tan estúpidos como las vacas; tristes como las mulas, elementales como los cerdos, anodinos como las gallinas, con la diferencia que los anteriores son irracionales. Sólo obedecen a un instinto primario. Pero los humanos además de racionalizar los actos y la realidad, tenemos el privilegio maravilloso, cuasi mágico de soñar, soñar y soñar. Aquellos irracionales están satisfechos, mansos en su no conciencia de vida y existencia. Si aún disponiendo de una poderosa capacidad racional, carga moral y ética, con conciencia de nuestros actos, pero con todo ello, no tuvièramos la facultad de soñar, nuestra realidad sería más triste y desolada de lo que es. ¿Si con la posibilidad de soñar e idear mundos maravillosos, mejores que los dados por la realidad, la existencia es turbia y ominosa, cómo sería si no tuvièramos la facultad de soñar dormidos y despiertos? Soñamos despiertos y dormidos con lo que algún día obtendremos, con esfuerzo o por azar del destino. Los sueños son como un placebo que apacigua la rudeza de la vida. Sueños que se transforman en realidades, algunas veces con mayor o menor esfuerzo, lucha tenaz; feroz batalla contra todo y contra todos. En ocasiones, los sueños son pequeñas batallas que emprendemos en el transcurso de la existencia, en el gran teatro, sueño-batalla de la vida.
Los sueños nos acompañan desde la más tierna infancia, son còmplices de los juegos de la vida. Cuando creamos un sueño ideal en la antesala secreta de las utopías, ese mundo ìntimo llamado universo de los sueños, conspira para convertirnos en legítimos herederos de la fortuna. Aunque la vida de muchos hombres se extingue en la espera, fallida realizaciòn de sueños nunca cumplidos. Los sueños son alimento intangible de la razón, acicate del subconsciente y de un mundo dimensional, que va más allá de la tercera dimensión, donde se desarrolla nuestra vida. Dentro de ese triàngulo se cocinan los sueños del hombre para que su existencia sea menos cruda y miserable. Concebir el complejo mundo del hombre sin sueños, sería anticiparnos a una catástrofe de dimensiones colosales.
Aùn así, hay vidas acongojadas, hundidas en un abismo de oscuridad que esas existencias padecen con estoicismo singular. Nacen, subsisten y mueren sin soñar. Su vida se reduce a satisfacer las necesidades más elementales. De ahí hacia adelante, no existe ningùn escapismo que dulciifique sus marchitas realidades. Estas vidas no marcan un rumbo de posibilidades diferentes a las referidas. No existe un deseo de anticipaciòn a la realidad que es el objetivo de los sueños trazados por el hombre. Pobres y aplastadas criaturas que nacen, subsisten en lo elemental, y mueren sin haber soñado en algo superior a sufragar las necesidades más primarias.
Del mundo onírico satisfacemos con los sueños la pesada carga de la realidad. Sacudimos en ese breve intermedio que oscila entre la vida y la muerte llamado sueño, las melancolìas, las penas y desventuradas historias no contadas de cada hombre. Dormir es aproximarnos a las fronteras abstractas de la muerte pero extasiados en los sueños que tenemos, muchas veces despertamos sobresaltados porque ya no fue un sueño de desahogo lo que vivimos sino la màs espantosa pesadilla, de la que salimos con horror y miedo. Descargamos las culpas y los remordimientos del inconsciente en el universo onìrico cuando dormimos. En el dèdalo de los sueños, logramos desahogarnos con impunidad de las màs recònditas aberraciones, miedos y odios. En nuestros sueños tenemos licencia para matar, violar, robar, hacer todo el daño posible; convertirnos en monstruos que la realidad de nuestro yo superior no nos permitirìa. Ademàs de la barrera de la moral, los valores eticos, la educaciòn, amortiguadores culturales de la civilizaciòn. Dèbil muralla que nos separa de la barbarie total. En el mundo onìrico, a traves de los sueños, descargamos de nuestro yo profundo, dolor, angustia, ira; traumas y frustraciones de seres humanos, sometidos por la cultura, la religiòn y los convencionalismos sosciales. Si no soñàramos cuando dormimos, el mundo hace tiempo no existirìa como civilizaciòn porque el hombre ya lo habrìa incendiado por los cuatro costados.
Del otro lado està el universo de lo sueños creados en estado consciente, forjados bajo la luz de la imaginaciòn e integrados a la hipèrbole de las quimeras, de ahì, convertirlos en realidad, hacerlos parte de nuestros anhelos màs profundos, es leitmotiv que irriga razones de vida a los hombres. Crear sueños y transformarlos en realidades concretas, es tambièn quid del hombre sobre la tierra. Los sueños conscientes que se tienen en la vigilia, son extensiones de la imaginaciòn que convierte esos sueños en ideas, proyectos, grandes, pequeñas empresas de la vida. La vida es como una moneda que gira y gira en el denso vacìo del destino. Girando en el azar de fugaz felicidad, luto de tragedia. Por ello, la vida es una moneda de dos caras: en una faz estàn los maravillosos sueños del hombre y en la otra, estàn las màs abominables pesadillas germinadas sobre la tierra. Interesante es saber cuando caerà esa moneda en nuestras manos y con cuàl de las dos fases seremos ganadores o perdedores. Con las faz de los sueños, habremos ganado pero con la faz de las pesadillas, nuestra suerte estarà echada. Y ya no habrà vuelta atràs.
¿Es posible que exista un mundo tan fantàstico, tan fascinante y màgico como el mundo de los sueños en la infancia? Ni aùn con la extraordinaria capacidad teconologica existente de inventar, crear y recrear los màs inverosìmiles sueños; tumultuosa fantasìa creada por la imaginaciòn del hombre adulto, apoyado por sofisticados instrumentos tecnòlogicos, nunca la tecnologìa podrìa siquiera igualar el mundo infinito de los sueños de un niño. Creo que el mundo no se ha desmoronado completamente, hacièndose añicos, quedando el planeta hecho polvo de estrellas, es porque los sueños de los niños, con su inocencia, bondad innata, poder de creaciòn superior, han evitado el colapso que tarde o temprano, harà del planeta tierra una inmensa bola de fuego y destrucciòn.
Cuando alguna vez todos tuvimos un sueño, ese sueño extraordinario fue en la niñez. Cuando soñar era parte de la vida. La vida en la infancia es como un sueño fantàstico, que va en una burbuja de imaginaciòn y ensueño, donde se construyen sin cesar, hasta el infinito, las màs grandiosas aventuras, donde el universo es pequeño y conquistable para la còsmica visiòn, imaginario perpetuo que pueden crear a su antojo los niños sin mayor esfuerzo. Y lo hacen con alegrìa y entusiamo, sabia simplicidad de la grandeza.
Alguna vez dejaremos de soñar porque la vejez, la enfermedad y las miserias de la existencia nos habràn aplastado. La primera muerte en la vida de un hombre, es cuando deja de soñar para convertirse en un ser adusto que no sonrie; deja de ser niño para convertirse en un ser productivo y consumidor de mentiras y pesadillas. Màquina racional de normas, leyes, prohibiciones y responsabilidades, apego al dinero y a los bienes. El demonio de la codicia lo pudre y vive como un autòmata, sin soñar ni mirar jamàs a las estrellas porque matò el niño que alguna vez llevò en su interior.
Siempre, siempre debemos recordar para apaciguar nuestra conciencia herida, alma en tinieblas; lenta idiotizaciòn moderna que nos està convirtiendo en hombres seriados, que alguna vez tuvimos un sueño sobre la tierra, quizàs se cumplio, quizàs no, pero tuvimos un sueño.........
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