26 de septiembre de 2013

COLAPSO Y TRAGEDIA DEL CENTRO DE MEDELLIN.- Parte. I.-

                   

                                                                         


¿Han pasado tantos años para que varias generaciones quedaran borradas de lo que fue su epicentro de vida social, econòmica y cultural ? Debieron pasar muchos años de ausencia para darme cuenta de la destrucciòn arquitectònica , social y cultural de un ambiente que cobijò todo un universo de vida e interaciòn social  de varias generaciones de medellinenses.  ¿Pero cuàndo empezò ese horror de miseria y descomposiciòn social que hoy por hoy es el centro de una ciudad, en otra època, recatada; de personas amables y cultas, bien vestidas o al menos limpias y de una compostura intachable? 

La respuesta no es difìcil porque basta mirar los efectos de  la plaga del narcotràfico que desintegrò toda la estructura moral y social de Medellìn para obtener la respuesta Tantos años transcurrieron para que el centro de Medellìn se convirtiera en antesala del crimen y el caos,  hàbitat decadente de una subcultura de hambre, guetos de hombres desechables,  sectores estratègicos en manos de traficantes de droga que expenden las veinticuatro horas, todo tipo de drogas, desde las màs blandas hasta sofisticadas drogas de ùltima generaciòn.  Mendicidad azarosa y en espiral de crecimiento demencial; amplio lupanar de calles nauseabundas y ollas de vicio invadidas de puticas de diez, doce y trece años,  ademàs de la prostituciòn de muchachitos de edades similares a las de las adolescentes.  Chiquillos sodomizados dìa y noche,  por una tarifa de unos pesos, en sòrdidos hoteluchos con olor a carroña. Explotados por infames proxenetas de alcantarilla, muchas veces bajo la complacencia de padres sin alma.  Centro de Medellìn, de apuñalamientos sin tregua en riñas y constantes atracos, raponazos, estafas y hurtos,  calles santuario de carteristas, ladrones cosquilleros y bandidos de todas las pelambres; calles del centro de Medellìn con olor a sangre, desafìo a la muerte; atmòsfera densa con fragancia de grasa, expelida de decenas de ventorrillos de fritangas y todo tipo de comida popular, calles sucias y peligrosas con aire de olvido, transitadas por   hombres y mujeres tristes,  miserables, sin brillo en los ojos, tras un  horizonte vacìo, impregnados de miedo y desesperanza.


La calles del centro de Medellìn, sus edificios, locales comerciales, antros de mala muerte, casinos, bares de streap tease, salas de masaje, y diversas edificaciones son   mùltiple universo de un intrincado mundo subterràneo de crimen, oscuros negocios de todo tipo que tienen como base los delitos menores que poco a poco han ido  creando y sosteniendo una compleja como densa red de crìmenes y delitos de mayor alcance, lo que ha culminado en una sòlida estructura piramidal de crimen organizado, con un nefasto antecedente de creaciòn històrica con el Cartel  de Medellìn.  Hoy su desmonte como mafia local ya consolidada y con una tradiciòn arraigada en la ciudad , es una empresa casi  imposible porque su  arraigo y penetraciòn en los estamentos polìticos, sociales, el poder de corrupciòn en el aparato judicial y policial local,  es poderoso e imposible de extirpar, aspecto que la  ha convertido en una poderosa y letal mafia local estilo  napolitano.  Los distintos alcades de la ciudad, los jefes de policìa, los jueces y fiscales, los polìticos y las èlites de la ciudad, todos a una, negocian, cohonestan, aceptan y conviven con este complejo  càncer social. Es màs pràctico y provechoso para los nombrados cogobernar con una mafia local tan poderosa que combatirla o  intentar exterminarla.   Fenòmeno social ocurrido  en una ciudad,  hasta hace unas pocas dècadas de estirpe parroquial, sociedad santurrona, rezandera y sexualmente reprimida por  el fèrreo dominio clerical. 
 Las calles del centro de la ciudad son  punto de encuentro y desencuentro  de una tenaz lucha de subsistencia de miles de personas que viven de la ventas ambulantes; miles de deseperados que luchan de sol a sol para ganarse unos cuantos  pesos para medio subsistir. Lo que denominan "el rebusque". Calles por donde apenas se puede caminar, andenes y calles congestionadas de angustia, desempleados, bandidos y fracasados;  panorama de hambre y desesperaciòn,  donde se exhiben por doquier mercancias baratas de contrabando  ofertadas como si se implorara una limosna con  la consabida consigna:  -"Colabòreme patroncito que es pa``  la comida, vea que hoy no he vendido nada"

El centro de Medellìn es un desigual  caleidoscopio de descomposiciòn social,  los andenes,  estrechas calles y caòticas pertenecen a pequeñas y grandes mafias que se apropiaron de ellas para alquilarlas y feriarlas a cientos de hombres y mujeres que se malganan la vida vendiendo toda clase de objetos y chucherìas. Escasas son  las calles y andenes que no tienen dueño a quien se debe pagar un impuesto diario, semanal o mensual para acomodar toldillos, tendidos, carritos de tracciòn humana, carreteillas, parapetos de madera o cajas de cartòn donde instalan sus comercios de hambre y pobreza. Cada calle, esquina, andèn, resquicio, porche, parque o atrio de Iglesia de la ciudad està en manos de vendedores, y èstos a su vez son manejados por pequeñas mafias que se apropiaron de èstos espacios pùblicos para vigilar sus otros negocios sucios y devengar otras rentas por el derecho que deben pagar obligatoriamente los vendedores, so pena de ser desterrados, golpeados, torturados, robados y en casos peores, desaparecidos y asesinados.

El centro de Medellìn es una peligrosa àrea urbana, congestionada;  donde confluyen  todas las variables del delito; santuario de bandidos con oficinas de medianos y pequeños  capos del sicariato, la extorsiòn, la usura, el atracaco; inversionistas de todo tipo de negocios sucios donde las utilidades son tan elevadas como alto es el riesgo.
La imagen de aquel centro de Medellìn amable, de calles seguras, elegantes almacenes y gentes bien vestidas y decentes quedò en el olvido. Bares, cines y restaurantes respetables quedò sepultado  El centro de la ciudad quedò en manos de peligrosos hampones que se disputan a sangre y fuego las utlidades que renta la ilegalidad y el crimen. El resto, las sobras es para los indigentes, el lumpen vestido en harapos que se arrastra por el centro de la ciudad buscando una moneda para adquirir una dosis de alcohol ,marihuna, bazuco o pegante.

El aspecto màs desolador que he visto en ciudades ruinosas y decadentes,  lo he observado en el centro de Medellìn cuando empieza la noche y se intensifica con un elevado nivel de miedo y aprehensiòn cuando el reloj marca màs de las ocho de la noche. En las grandes y bellas ciudades del mundo, la noche abre un abanico de aventura, lujo, confort; la ciudad y la noche son sinònimo de alegrìa y  diversiòn. El centro de Medellìn es la antesala de la miseria, la oscuridad y la màs grande tristeza invade las calles y todo el entorno, cuando apenas son las nueve de la noche. La ciudad entra en  agonìa y soledad como pocas veces puede verse en lo que antes fue animado centro de vida nocturna.   Los alrededores del centro y su nùcleo son azarosos, producen depresiòn y ganas de salir corriendo ante la amenaza de fantasmas o seres monstruosos.  La ciudad asusta. Es  tètrico y miserable el espectàculos de ver a cientos de mendigos, desechables, drogadictos, bandidos de rostros patibularios, asesinos drogadictos, marginales sucios y hambreados; seres desastrados con un raro brillo de furia y decisiòn en los enrojecidos ojos, deambulando como hienas y lobos en busca de algo para  comer entre las basuras, mirando con ahinco las sucias calles, anhelando una mìsera moneda o un billete perdido, husmeando cerca  a cafeterias y expendios de comida, implorando algo de comer, esperando con  ansiedad  las sobras dejadas por los comensales. Acechando una potencial presa para atracar o dar un certero raponazo.  La calles quedan casi desiertas.  Todos huyen con espanto. Los empleados, oficinistas, empresarios, funcionarios pùblicos y comerciantes, saben  que la noche en el centro de Medellìn es de miedo porque asusta su desolaciòn, su aspecto miserable y decadente; las calles, los andenes, las pocas plazoletas y parques quedan en poder de hordas de menesterosos ylegiones de cuchilleros, de atracadores y delincuentes de diversa peligrosidad. La oscuridad llega y caminar por el centro de Medellìn puede convertirse en una interesante aventura para constatar la decadencia de una ciudad o la incierta tragedia de ser atracado y apuñaleado sin misericordia por robarte unos pesos.


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