30 de enero de 2014

SIN SABER QUIÈNES SOMOS

Vivimos sin conciencia de lo què  es realmente vivir,  por eso no vivimos en la realidad percibida sino dentro de la que nos impone el mundo exterior :  Lo externo, la brutal realidad del mundo, determina el horizonte del ser humano. No somos lo que  creemos ser sino lo que los demàs perciben de nosotros. Y eso sucede porque no miramos dentro de nuestro "yo"  para alejarnos de la grey. La fuerza de la multitud, nos impone ser gregarios, ser como los otros; estar estandarizados por la moda, la religiòn, la polìtica, la sexualidad y un largo etcètera; modelos culturales, iconos de la època que programan bajo la tutela del Establecimiento y los mecanismos de poder y dominaciòn, la vida del ser humano en todos sus òrdenes..

En tèrminos generales, se permite  que la fuerza insensata de la masa amanse, aplaste y diriga a su ciego antojo, la individualidad del otro; el hombre pierde la voluntad ante la masa y queda sometido a la ignorancia,  fuerza bruta  bellaca de la plebe. Por ello, es relativamente fàcil y barato para los polìticos, los grandes  emporios econòmicos,  la devastadora maquinaria de la publicidad como manipuladora de los deseos y "necesidades creadas"  por el mercado; y  la infame pero poderosa banca internacional;  subyugar, anestesiar y controlar a las grandes muchedumbres del planeta.

Tener la individualidad y sabidurìa suficiente para que nuestro "yo interno", sea superior a la errònea percepciòn que nos confunde, nos  convierte en extraviados de nuestra identidad superior, deberìa ser la premisa esencial para que el hombre no estuviera ciego, en el umbral de un abismo de incertidumbre
infinita.  La presiòn del hombre gregario es tan grande que millones de hombres pasaron, pasan y continuaràn pasando por la tierra sin haberse enterado quiènes eran en realidad. Vivimos y actuamos en forma inconsciente, torpe e ignorante sin saber quiènes somos de verdad y para què vivimos.

 Las religiones occidentales, en especial la catòlica y diversas sectas cristianas, sòlo han contribuido al error humano, al oscurantismo espìritual y a confundir  màs al hombre,  con  amenazas,  terror y  miedo. Han tergiversado todo lo sagrado, lo religioso y  teològico para defender oscuros como perversos intereses polìticos y econòmicos. . Son la peor farsa y mentira  de la historia.  Pero aùn prosiguen  engañando y alienando a media humanidad. Su estandarte de dominio es la biblia apòcrifa, y miles de sofismas creados a travès de su sangriento y protervo dominio sobre las dèbiles conciencias y mentes de la humanidad.

El frenètico mundo actual con su avance descomunal, no sòlo en el    aspecto sociopolìtico, tecnològico sino tambièn en  la rotaciòn misma del planeta tierra  en su  traslaciòn orbital, ha desencadenado una mayor  frecuencia y vibraciòn sobre  la existencia,  el tiempo, la naturaleza;  todo lo que vive y existe sobre la tierra,  que el hombre corriente, no alcanza a captar còmo la tierra gira a una mayor velocidad, lo que ha desestabilizado el tiempo climàtico, las sensaciones; la misma percepciòn de la realidad subjetiva y objetiva; todo el espectro conocido por la raza humana.  Haciendo que el tiempo de la tierra transcurra   cada vez  con  mayor velocidad.  Todo se vive, se siente y percibe  con celeridad inaudita. La humanidad alienada  por mentiras que le llegan sin cesar, obsesionada por miles de adicciones, màs se confunde, extraviàndose en un laberinto  de dudas e indecisiones. El hombre no sabe quèn es ni adònde se dirige.   La tecnologìa y la ciencia, el vèrtigo de la modernidad marchitaron su espìritu, su alma agoniza en un cuerpo intoxicado, cada vez màs vulnerable  frente a  la enfermedad y la muerte.

Ya cada acto que ejecuta el  hombre, cada minuto vivido ;  dìas, años y dècadas  transcurridos, son  vertiginosos y fugaces,  es como si el tiempo que todo lo pudre y destruye, se hubiera puesto el traje inexorable de la muerte para que todo sea màs ràpido,   los hechos duren menos, y la existencia misma  sea insignificante.  Triste y tràgica paradoja de la modernidad donde todo lo que se fabrica y produce es desechable, asì  se ha convertido la vida, los sentimientos, todo lo realizado por el hombre, se usa y luego se vuelve desechable.

 Miramos atràs y nos parece que la infancia fue ayer,  la juventud aùn  creemos sentirla parpadear con el brillo luminoso del sol  pletòrico de sueños por alcanzar, amores por conquistar, y  la edad adulta  respiràndonos en la nuca, con el sol a las espaldas, mientras  el aliento de la vejez nos sopla al oido el viento  de  la señora muerte que nos persigue con implacable paso. ¿Hace cuànto que nacimos si  aùn recordamos como si hubiera sido ayer, cuando los sollozos de la infancia  se confundìan con la alegrìa de los juguetes y  juegos de la niñez?  ¿Cuàndo, cuànto tiempo ha pasado desde  que dejamos de ser niños para ingresar a la òrbita oscura de la edad adulta y empezar a corrompernos, a  podrirnos  por dentro y por fuera de nuestro ser?

¿Quiènes somos en la espesura de un planeta que se desmorona y una sociedad enloquecida por poseer objetos, suicidarse tras espejismos de mentiras;  sofismas  convertidas en verdades  que la mayorìa cree como verdades absolutas?   Sin saber quiènes somos vagamos por la vida, vegetamos; creemos vivir pero somos entes moribundos, arrastrando la muerte y el dolor;  existimos sin vivir,  en ese intervalo oscuro y oprobioso de la existencia, llamado en forma equivocada vida.  Atrapados en  cuerpos decadentes, en proceso de lenta pudriciòn,  los hombres estamos presos en una gigantesca càrcel llamada tierra, masacrando y consumiendo, somos verdugos y asesinos de  nuestra misma especie, destruimos nuestro hàbitat por codicia, ira y soberbia;  gula y envidia.   Condenados a repetir los errores de las generaciones pasadas y a pagar el karma de todos los horrores e infamias cometidos por la humanidad desde sus inicios.








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