31 de enero de 2014

SAPOS Y SOPLONES


Hace mucho tiempo que los poderes dominantes de las diversas civilizaciones y culturas,  con la dinàmica social de opresores y oprimidos; juego de amos y esclavos, verdugos y vìctimas. Contrapeso del poder militar versus la insurrecta poblaciòn civil. Avances considerables de los instrumentos de dominaciòn del Establecimiento para controlar y someter a los rebeldes, los contestatarios;  sediciosos enemigos del règimen imperante,  los sospechosos de conspiraciòn y complot contra el sistema, fue el ofrecimiento de recompensas jugosas para denunciar a èstos peligrosos bandidos; poner un precio por la cabeza de los opositores del reinado o gobierno dominante de turno. La astucia de los gobernantes al idearse este instrumento de delaciòn, tuvo suficiente exito para convertirse en una pràctica que todavia continua vigente en la mayorìa  de naciones del mundo.

El resultado a la fecha,  es constatar  como los sistemas policìacos del mundo, asì como otras entidades de investigaciòn criminal, serìan hoy un fracaso cuando menos, de no tener como aliados a los sapos y soplones que vigilan, husmean; estàn  en todas partes, nacen y se multiplican como la mala hierba, cuantificarlos es misiòn imposible. Son testigos oculares de hechos sospechosos sucedidos en la comunidad y no dudan en informar, con recompensa o sin ella a los sistemas policìacos y de inteligencia militar. El sistema de inteligencia policìaca y de investigaciòn criminal, se apoya en un alto porcentaje para obtener resultados positivos en sus  investigaciones en los llamados eufemìsticamente "informantes".  De no tener esta ayuda informal de la ciudadanìa, la labor de la policìa y los aparatos de investigaciòn, serìa muy difìcil, casi imposible de obtener resultados y llevar a la càrcel a miles de criminales. De ahì el valor e importancia de los sapos y soplones aunque en el fondo todos los desprecian. Tanto la policìa como los bandidos odian a los sapos pero necesitan de ellos para sobrevivir.

Los sapos y soplones  estàn  atentos a lo que sucede en un sector y àrea determinada de una ciudad. En el fondo, son   còmplices de bandidos y de cèlulas subversivas, pero tambièn pueden ser criminales arrepentidos,  transformados en horribles sapos,   repugnantes soplones.  Lo hacen por unos pocos billetes, por una gran fortuna como recompensa; lo hacen por nada, por venganza, porque la conciencia los doblega. Y porque hay hombres que siempre vivieron en el mundo del crimen y la maldad,  y  por mùltiples causas,  decidieron hacer la metamorfosis de hombre criminal a sapo, de enemigo de la ley y la justicia convertido en un detestable soplòn, aliado y sometido a los que siempre combatiò, odiò,  de los que estuvo huyendo.

Pero no sòlo la tentaciòn del botìn se convirtiò en estìmulo para delatar, acusar y denunciar a cualquier persona sospechosa de ser enemigo del Establecimiento, estar sindicado de algùn delito, ser  reconocido criminal, sino tambièn  que mediante este procedimiento no muy ajustado a la ley y el derecho, se hizo costumbre nefasta para cobrar venganza, deshacerse de enemigos; mezcla de envidia, rencor y profundos odios, el sistema de delatar a cualquier ciudadano ante las autoridades se volviò ejercicio de terror colectivo, histeria de la chusma acosada por la pobreza para conseguir algùn dinero fàcil a costa de la vida e inocencia de innumerables inocentes que pagaron tal vez con su vida y libertad, crìmenes, robos, complots, cualquier tipo de delito que jamàs cometieron.

Los sapos y  soplones se transformaron en  fiscales, jueces y verdugos de criminales e inocentes que fueron sacrificados para satisfacer una supuesta  ley que busca con obsesiòn mesiànica, encontrar un culpable asì sea inocente, para satisfacer el  cumplimiento de la normas de un oprobioso Derecho Justiciero,  en oscuros perìodos de la historia. Los sapos y soplones buscaron chivos expiatorios hasta debajo de las piedras para hacerse al oro de la intriga, para satisfacer  su sed de sangre y muerte, equivocada justicia que envilece y enceguece a la chusma histèrica de todas las èpocas.

El miserable oficio de sapo es tan peligroso como infame para el que lo ejerce como los  tràgicos resultados, consecuencia de su lengua suelta y boca chismosa. Los sapos y soplones es normal que mueran siempre ejecutados, torturados, desaparecidos. En el mejor de los casos terminan sus dìas presos en una càrcel, donde deben ser aislados y cuidados con medidas especiales. Los sapos en las cèrceles son tan odiados como la guardia penitenciaria.  Los demàs convictos no perderàn jamàs  la oportunidad de asesinarlos con sevicia. Un sapo en una càrcel necesita dos ojos màs sobre sus espaldas para protegerse de cientos de  potenciales enemigos. Pero màs tarde que temprano serà asesinado por sus  examigos del hampa.  En el bajo mundo,  la estructura criminal se fractura,  es destruida  casi siempre por culpa de los soplones.

Tarde o temprano todos los bandidos se vuelven soplones para sobrevivir, obtener una rebaja  en sus condenas, ser amnistiados de sus fechorìas. Por ello se vuelven soplones con la policìa y delatan a sus còmplices no obstante que saben que con su delaciòn, se han colgado una làpida al cuello. No hay mayor odio ni venganza màs atroz que la desatada por culpa de un sapo. La mafia, el crimen organizado,los grandes bandidos de todas las capas del  submundo del hampa, no perdonan jamàs a un sapo soplòn. Su vida es el pago que ellos cobran, con el honor bizarro de bandido, por la traiciòn del sapo.

Todos los dìas, a cualquier hora, preferentemente en la noche, en las grandes, medianas o pequeñas ciudades del mundo, son ajusticiados, pero en forma previa  torturados con saña, decenas, cientos de sapos y soplones.  Cuerpos  desfigurados, quemados, a veces decapitados y desmembrados; amarrados, vendados, amordazados y vendados amanecen tirados en las cunetas de las autopistas, en descampados de la ciudad, en  agrestes y alejados sitios, sobre rìos y pantanos. Màs allà de la periferia urbana. Arrojados sobre gigantescos basureros de cielo abierto. No hay lugar marginal y oscuro donde no sean hallados muertos los sapos y soplones del mundo.  En distintos  sitios de las ciudades son abandonados los cadàveres, y el momento ideal, son  las tètricasc madrugadas, oscuras noches, cuando  los sapos del mundo mueren estripados

 El "sapeo, la soplada", como se le denomina entre el vulgo, es una forma  cruel de vengarse de alguien sea èste  inocente o culpable. Es un perverso y eficaz sistema de delaciòn y penetraciòn policìaca y de los sistemas de inteligencia  dentro del engranaje del hampa comùn, el crimen organizado y los movimientos sediciosos.  Los soplones y sapos son un informal sistema de delatores sin estructura organizacional pero de eficacia contundente  y precisa para atrapar a los enemigos del orden establecido. Aliados incondicionales de la policìa y los servicios secretos de cualquier paìs del mundo.  Este tipo  de espionaje callejero, se apoya en los ciudadanos del comùn y funciona mediante el  rumor, intriga popular; malicia del pueblo;  chisme de barrio,  secreto de amante o concubina,  que por errores elementales, exceso de confianza del supuesto criminal,  al creer en supuestos amigos y aliados que lo "venden", "lo entregan" a los aparatos policìacos o enemigos para obtener una recompensa, el favor de un poderoso.  A veces no obtienen nada, en muchas  ocasiones reciben como ùnica  recompensa una ejecuciòn sumaria. Pueden ser  torturados salvajemente antes de recibir  un  certero tiro en la nuca.  Y los ejecutores, con ironìa, quizàs como escarmiento a futuros sapos y soplones,  le cuelgan al cuello un burdo cartel escrito con prisa que dice:  "Muerto por sapo y por soplòn".

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