Se recorren los caminos entre el polvo que ha dejado el tiempo, intentando rescatar con cada paso dado; de la inercia còsmica, el postrer aliento que aminora el paso hacia la muerte. Se pisan las huellas aùn frescas, de hombres que ya recorrieron los caminos de la vida; huellas ahora borrosas en el ocaso de jornadas infinitas transcurridas. Caminos andados en el lìmite de tiempo, orillas sin destino; anticipo del cansancio en lejanos lugares donde se anhela la frescura redentora del agua como alivio a la fatiga. Sanadora de la intensa sed de caminatas sobre polvorientos senderos. Puertas y ventanas se abren generosos en la marcha continua de pasos que van marcando el rumbo de existencias precipitadas al azar, señaladas en la impronta de felicidades buscadas; quehacer de fortuitas alegrìas. Tragedias teñidas de brillante rojo, color de tràgicos deselaces; dolores por doquier en el escenario lùgubre de la comedia humana.
Caminos como bùsquedas incesantes que lleven a metas no esperadas; caminos recorridos atisbando el final. Tantos desvelos y luchas. ¡Cuànto esfuerzo tras una agonìa cuàl es la existencia humana! El camino se recorre en intermitente rutina de cada època; implacable ciclo: niñez, juventud y vejez, para que el final sea el ùltimo sendero sin regreso. Camino recorrido que sòlo desandarà los pasos en otra encarnaciòn, nuevo cuepo con ancestral, milenaria identidad còsmica, inmortal espìritu renovado en los caminos del universo siempre en renovaciòn y cambio.
¡Pero cuànta soledad, cuànto hastìo esparcido en los inmensos caminos por donde quizàs nunca quedaràn las huellas de pasos perdidos, extraviados en bùsquedas sin sentido! Recorriendo caminos en tierras calcinadas de violencia y odio, el hombre recoge las huellas del pasado, absorve, confundido con el polvo del tiempo muerto, la identidad etèrea de todos los muertos que yacen sobre la tierra desde el origen del hombre hasta nuestros dìas. Los caminos guìan hacia los umbrales de encuentros forjados en la aventura, previo conocimiento; osado interes en descubrir otros mundos, ruptura con la monotonìa que mata los sueños, encadena al hombre a la comodidad de la mediocridad confundida con falso bienestar.
Cuàntos rìos de sangre han alimentando la savia de la tierra herida, sangre de inocentes o canallas, integràndose al humus de la tierra, sedimentando en el sabio ciclo, el rigor matemàtico de la naturaleza. Todo viene de natura y a natura siempre regresarà, transformado de forma y estado pero la materia siempre regresarà a su origen, en la elipse inexorable de la vida, muerte, trazada en la grandeza infinitesimal del universo. La naturaleza sabe lo que hace pero el hombre ignora esa ley.
Caminos que se recorren con pasos vacilantes, ternura de la infancia cuando la ansiedad, fràgil torpeza de aquella etapa, el infante marca con sus tiernos pies, el sendero de destinos que conduciràn a disìmiles caminos. Donde construir mundos, hogares, empresas; engendrar o procrear otras vidas. Existencias desperdiciadas o sublimes, drama y tragedia, grandeza del hombre, miseria de la especie humana. Se dan los primeros pasos hacia lo incierto, surco indefenido pero cierto de la futura existencia del hombre.
Las huellas de hombres muertos se reconocen cuando se ponen los pies sobre olvidadas huellas, porque si se escucha con cuidado, se oyen susurros fantasmales, ùltimo aliento de aquèllas almas erràticas. Aùn se perciben presencias, luz agonizante en el aura recòndita de espìritus en pena. Los caminos son olvidos revividos, luego de los pasos apoyados sobre antiquìsimas huellas, ancestral memoria de la especie humana que ha dejado su huella marcada sobre la faz de la tierra en su compleja historia. cuando se recorren los senderos de la tierra.
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