16 de febrero de 2014

RECORRIENDO CAMINOS

Se recorren los caminos entre el polvo que ha dejado el tiempo, intentando rescatar con cada paso dado; de la inercia còsmica, el postrer aliento que aminora  el paso hacia la muerte.  Se pisan las huellas aùn frescas, de hombres que ya recorrieron los caminos de la vida; huellas ahora borrosas en el ocaso de  jornadas infinitas transcurridas. Caminos andados en el lìmite de tiempo, orillas sin destino; anticipo del cansancio en lejanos lugares donde se anhela la frescura redentora del agua como alivio a  la fatiga.  Sanadora  de la intensa  sed  de  caminatas sobre polvorientos senderos. Puertas y ventanas se abren generosos en la marcha continua de pasos que van marcando el rumbo de existencias precipitadas al azar, señaladas en la impronta de felicidades buscadas; quehacer de fortuitas alegrìas. Tragedias teñidas de brillante  rojo, color de tràgicos deselaces;  dolores por doquier en el escenario lùgubre de la comedia humana.

 Caminos como bùsquedas incesantes que lleven a metas no esperadas; caminos recorridos atisbando el final. Tantos desvelos y luchas.  ¡Cuànto esfuerzo tras una  agonìa cuàl es la existencia humana!  El  camino se recorre en  intermitente rutina de cada època;  implacable ciclo:  niñez, juventud y vejez,  para que el final sea el ùltimo sendero sin regreso. Camino recorrido que sòlo desandarà los pasos en otra  encarnaciòn, nuevo cuepo con  ancestral, milenaria  identidad còsmica, inmortal espìritu renovado en los caminos del universo siempre en renovaciòn y cambio.

¡Pero cuànta soledad, cuànto  hastìo esparcido en los inmensos caminos por donde quizàs nunca quedaràn las huellas de pasos perdidos, extraviados en bùsquedas sin sentido!   Recorriendo caminos en tierras calcinadas de violencia y odio, el hombre recoge las huellas del pasado, absorve, confundido con el polvo del tiempo muerto, la identidad etèrea de todos los muertos que yacen sobre la tierra desde el origen del hombre hasta nuestros dìas. Los caminos guìan  hacia  los umbrales de encuentros forjados en la aventura,  previo conocimiento; osado interes en descubrir otros mundos, ruptura con la monotonìa que mata los sueños, encadena  al hombre a la comodidad de la mediocridad confundida con  falso bienestar.

Cuàntos  rìos de sangre han  alimentando la savia de la tierra herida, sangre de inocentes o canallas, integràndose al humus de la tierra, sedimentando en  el  sabio ciclo, el rigor matemàtico de la naturaleza. Todo viene de natura y a natura  siempre regresarà,  transformado de forma y estado pero la materia siempre  regresarà a su origen, en la elipse inexorable de la  vida,  muerte, trazada en la grandeza infinitesimal del universo. La naturaleza sabe lo que hace  pero el hombre ignora esa ley.

Caminos que se recorren con pasos vacilantes,  ternura de la infancia cuando  la ansiedad,  fràgil torpeza de aquella  etapa, el infante marca con sus tiernos pies, el sendero de destinos que conduciràn a disìmiles caminos. Donde  construir  mundos, hogares, empresas; engendrar o procrear  otras vidas. Existencias  desperdiciadas o sublimes, drama y tragedia, grandeza del hombre, miseria de la especie humana.  Se dan los  primeros pasos hacia lo incierto,  surco indefenido pero cierto de la futura existencia del hombre.

Las huellas de hombres muertos se reconocen cuando se ponen los pies sobre  olvidadas huellas, porque si se escucha con cuidado, se oyen susurros fantasmales,  ùltimo aliento de aquèllas almas erràticas.  Aùn se perciben presencias,  luz agonizante en el aura recòndita de  espìritus en pena. Los caminos son olvidos  revividos, luego de  los pasos  apoyados sobre antiquìsimas  huellas, ancestral memoria de la especie humana que ha dejado su huella marcada sobre la faz de la tierra en su compleja historia. cuando se recorren los senderos  de la tierra.

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